Tania Castro, resignificar la historia y construir hacia el futuro

Tania Castro, resignificar la historia y construir hacia el futuro

Por Cecilia Mariela Navarro y Javier Costamagna

Desde las tierras andinas de Cusco (Perú), nos recibió virtualmente Tania Castro González, artista, comunicadora, educadora y quien dirige hoy día la Asociación Q’nte. Nacida y criada por padres dramaturgos dedicados también a la docencia es, en igual medida, hija de la Tierra y de la vida, que la han parido y a las que se ha parido más de una vez. Decir que fue becada por UNICEF para la promoción de los Derechos de los Niños y Niñas y finalista de los Premios Integración en el año 2012, son formalidades. Ella es, ante todo, Chaka Runa: un ser humano puente. Y la construcción colectiva que integra, honra, preserva y transmite la historia donde convergen “todas las sangres”, es parte de su labor.

¿Qué representan para vos el lenguaje y la comunicación?

Yo he nacido en una casa de habladores, en mi casa le decían al ex presidente del Perú, Alan García, que era un hablador, pero en realidad era del “Bla bla, bla”. Como decía y cantaba mi hermano Omar, “el hombre que decía mucho y no contaba nada”, creemos que la conversación es importante en un continente como el nuestro, para transmitirnos nuestra memoria histórica,  que no es solo patrimonio particular de los libros y de las elite intelectuales. Que además en su gran mayoría, al menos en mi país han servido al sistema hegemónico, más que aclararnos e incluirnos en esa historia comentada. Entonces desde muy pequeña he aprendido de mis abuelitas habladoras, de mi madre y de mi padre, el arte de decir, de bien decir, bendiciendo esa parte de la historia que estaba excluida. Y resignificar esa memoria histórica que es la que transmite oficialmente, empezando por darle luz propia, voz propia a las historias de las casas, a las historias que están en los pliegues de las faldas de las abuelas, esas historias son las que van a completar el lado perdido y que es importante recordar en dos sentidos, para nosotros como la memoria semilla necesaria para hacer una siembra mucho más completa y por otro lado, como nuestro derecho de rehacer nuestra historia. Aunque sea desde la ficción, porque allí donde nos ha dolido mucho se tiene que curar y si se cura el pasado no es para volver a el, pero en el presente podemos resignificar lo que nos ha dolido para que se convierta en combustible y nos permita avanzar, en lugar de ser un tajo que nos drena la energía y nos mata a diario.

Hay algo en la palabra, en la memoria hablada que resulta sanador ¿puede ser?

Así es, hay tradiciones a lo largo de América Latina, nada más échale una mirada al Popol Vuh. Antes de los seres estuvo el decir, el pensarlos, el mencionarlos y eso los echaba andar, entonces para nosotros en un continente donde la memoria se ha preservado en lo oral, la palabra tiene poder, y repito: la palabra emancipa. Y era lo único que tenían a mano en otros tiempos. Cuando eran descubiertos, les proscribieron cuadros que pintaron, porque tenia “simbolitos raros” y a la canción que estuvieran cantando les quitaban partes donde le cantaban a su montaña. Pero no podían quitarnos el decir, nos quitaron todo lo demás pero no el decir, y aunque sea en pequeños grupos o en la clandestinidad, en el decir se han guardado nuestras herramientas, nuestros derechos sagrados, a sobrevivir. Y al decir pasa algo muy interesante, mas allá de la opción escribir, de que uses un soporte para que esa memoria prolifere y se mantenga. Pero en condiciones en las que eso está prohibido, el decir tiene que ser muy poderoso y tiene que tocar tanto la fibra del sentimiento del otro para que ese otro tenga las mismísimas ganas que tú de seguir diciendo eso y ponerle su pimienta personal, así se hace también una memoria en la que yo incluyo mi energía propia, mi decir propio, mi palabra propia. Y lo sigo pasando y lo que viene detrás, ya tiene mi sello y tiene el sello de ese largo río de memoria popular, en el que muchas veces hemos sido bendecidos con la verdad y hemos sido transmisores de la misma.  

¿Qué te llevó a preservar esas memorias?

Allí, donde la escuela con sus espacios oficiales y luego los medios, me hacían terrorismo emocional permanente y enfermaban mi ser, no solo el  miedo, veía cómo esa información enfermaba a los niños, a mis estudiantes, a mi familia. Pero también estaba la historia emancipadora de la casa, del amigo artista que venía con la guitarra, con el juglar, la amiga que venía con su canto, la que llegaba con la receta para curarse, el que venía con el abrazo. Y de todo esto, ahora que lo menciono, el abrazo tenía un componente afectivo cercano, a las personas que venían les importaba de verdad que tu estés bien y les importaba que en ese proceso de transferencia de lo que hacía, estuvieses parado desde el centro de la salud que tú le podías dar. Y en ese compartir no solo estaba el mirar de una manera diferente y alternativa, el mirar otros caminos divergentes, sino que estaba esa sensación de estar protegido, curado, sanado de una realidad que nos había dañado, cumpliendo con nuestro sagrado derecho de levantarnos juntos. Creo que desde allí surgió mi necesidad, yo había probado esa medicina desde muy chica en casa y es como cuando pruebas algo rico, algo que pruebas para ver tu cara. Así también pasa cuando se trae siempre la misma cara, esa de cuando tienes duda, confusión, pleito en el alma.

Hemos visto una definición de texto como “tejido”, que nos permitió pensarlo como una trama, como algo que tiene vida.

Desde el quechua tengo imágenes muy lindas, pero en el castellano mismo la palabra “conversar”, por ejemplo, tiene un montón de acepciones, incluidas en el diccionario de la Real Academia. Y hay una, según la que: “con”- que significa “en compañía de”- es unida a “versar”, que es con la me quedo. Desde esta definición de “hacer poesía”, de vivir versos, conversar sería “hacer poesía juntos” y hacer poesía, para nosotros, no es el arte de hablar bonito, sino que es un estado de conciencia en el que uno sabe de su poder y desde donde los sueños toman la realidad por asalto. Entonces empiezas por mencionar, para traer su energía, empiezas por la cosa pequeñita y pones la miniatura en un altar; en diciembre, se pone una miniatura del niño “Manuelito” en el altar. Es el tiempo de Ilya Pacha, en donde se pone algo pequeñito, un deseo chiquitito y se menciona con esa cosa chiquita algo para que jale a su igual, en tamaño natural. Esto no solo se refiere a los objetos, a las cosas materiales que deseas, sino a todo lo que deseas para esta casa, aquello que le vamos a legar a los que vienen detrás y también para nosotros poder disfrutarla en este tiempo.

Tania en escena, podes visitar la web Warmikuna Raymi, “encuentro de mujeres desde las artes escenicas”, Cusco, Perú. Fotografía: Adriana Peralta

Hablando del tiempo, ¿podrías contarnos sobre el Laboratorio de resignificación de la Memoria Histórica?

Tenemos dos laboratorios, uno es el laboratorio “Tu si cuentas”, donde con gente de todas partes del mundo – principalmente de América Latina -, nos ocupamos de mirar nuestra justa memoria personal e íntima: ese pedazo de pequeño territorio donde hay cosas luminosisimas, hay epifanías, hay heridas y vamos diciéndolas. Vamos diciendo la vida y en este proceso del decir, vamos dándonos fuerzas, entregándonos caminos, saliendo de allí. Y está el segundo taller que consiste en revisar episodios históricos que nos interesan, para volverlos a ver, por ejemplo, a partir de una obra de teatro. En este momento estoy haciendo una obra sobre la familia Túpac Amaru, tan echada a menos para la que cito, comprometo y contrato a historiadores que han escrito libros extensos, de ochocientas páginas o mil, sobre la vida de los Túpac Amaru; estamos trabajando con Charles Walker, de la universidad de Harvard, y no nos importa que sea de Harvard, lo que nos importa es que ha dedicado más de treinta años al estudio de este tema y sigue publicando sus trabajos. También trabajamos con Omar Aramallo, quien ha escrito una novela histórica; y con la artista Pilar Roca que, sin ser historiadora oficial, ha compilado más documentos históricos de los que se han dedicado pagados a este tema y ha escrito un libro sobre Fernando Túpac Amaru, el último de los Túpac, el hijo. Y estamos trabajando con ella, desde Argentina nos acompaña Claudia Gota, secretaria general de pueblos originarios hacia Latinoamérica, ella es docente en la Universidad de Rosario y está trabajando sobre el mismo objetivo: resignificar nuestra memoria, darle otra mirada. Contamos también con Vivian Camacho, de Bolivia, trabajando desde el ámbito de la salud y desde el derecho a resignificar la mirada, para que sea un elemento que nos ayude a curarnos.

Túpac Amaru

Quizás entonces se trata de mirar hacia el pasado para poder construir hacia adelante

Sí, es dejar en claro y decir: “Miren, han ensuciado siempre nuestra historia y nuestros recursos culturales, que son los que nos mantienen vivos, alegres, en salud, en bienestar”. Como decía nuestro maestro, Hipólito Peralta – ofrendante – y mi padre, “Está tu memoria allí, sobre tu mesa y esta ahí sólo bajo una cápita de polvo”, sólo hay que soplar para retirarla y poder ver qué es para nuestros hijos americanos y para el mundo. Para mí, desde mi primer idioma, el quechua, es dificilísimo concebir racionalmente a la Tierra como un recurso. Mi chip está malogrado, ¡la Tierra es mi mamá!. Y en esa mamá soy hermana hasta de mi madre. Mi mamá es su igual porque tomó su condición para que yo, su pequeña semilla, me vuelva fruto. Será siempre mi familia, mi igual y, al mismo tiempo, ahora que ha retornado a la Tierra, la Tierra es doblemente madre para mí: esta mi mamá como parte de su piel y está ella, que siempre me ha prodigado todo, como mi madre biológica: su atención, su cariño, su amor incondicional. Le puedo dañar mucho y me sigue dando. Aún así, ahora si la sentimos desde varias visiones – la lectura de la coca, nuestra percepción, intuición, sentir y experiencia –, de alguna manera, en dolor. Yo me vine a vivir al bosque porque aquí no tengo que cuidarla, y me es mas fácil traer aquí a los míos, a mis estudiantes y dejarles sentir que esta mamá vive, que seguirá echando frutos. Estando en un asidero de cemento, a veces por la talla  de los edificios que construimos, creemos que tenemos esa talla y es ilusorio. Tu verdadero tamaño es el que tienes al lado de un cerro, no es más. Es eso. Tú tienes ese tamaño humano y eres hermoso, grande, bello y transformador, pero no eres más que el cerro. Vivimos  en un tiempo en el que hay que expandir esa pequeña semilla y dejarnos de las ilusiones que nos están devastando, la están devastando a ella y nos están dejando sin la posibilidad de sobrevivir. El grado de daño que le hemos hecho es mortal, no sólo nos afecta a nosotros y ustedes lo saben, pone en riesgo a todas las especies. Según un dato histórico real –  obtenido desde el Laboratorio de Historia -, un poco más del 7% de la humanidad consume cinco planetas anuales ¡y el resto muere de hambre!, cuando hay abundancia para todos. La Tierra es abundante pero la codicia y el acaparamiento, vestigios de una historia hegemónica que hay que resignificar, no pueden seguir su avance: son prepotentes, son bulliciosos. Pero, como diría Lilia Pacha: “En el tiempo de lo pequeñito, está el cambio”. Sino miren nomás los insectos que, finalmente serán la especie que sobreviva, son tan fuertes, tan chiquititos y llevan en sus pequeñas anatomías, la norma, la Gran Ley. A nosotros no nos dijeron que había un Creador de barbas, pero sabíamos que teníamos un origen. Para nosotros Apu Tecse Wiraqocha Pacha Yachacheq, es mamá y papá, y es un vientre permanente, hermoso y amoroso. Es el juego mismo. Es una energía incondicional de la que proviene la vida y todos, sin excepciones, tenemos que operar en esa norma sin polarizar más, sino generando olas de amor. No hay que pisar el palito de: “Más feminismos radicales, más machismos radicales, más políticas radicales!”. Está bien “ser radical” en el sentido de “ser de raíz”, pero no en cuanto a colaborar con la hegemonía, estando divididos. Mencioné este ejemplo porque soy oficialmente feminista y, de hecho, acciono para que nuestro feminismo sea intercultural y no hegemónico; yo no puedo obligar a mis mujeres de montaña a pensar su feminidad como la pienso y siento yo, que soy de una cultura urbana. Yo tengo que hacer de puente, de “chaka runa”, de hombre-puente, de mujer-puente, y sacar la semilla que servirá para que esa mujer subyugada por la hegemonía, se emancipe. A veces hay discusiones bobas en el interior de mi familia feminista, que terminan dividiéndolas en veinte mil facciones; como por ejemplo, discutir que todas digamos o no “cuerpa”, ¿cómo le explico eso a una  persona que habla quechua o machiguenga?, idiomas en los no hay artículos. Por ese lado no va, va por el lado de integrar: “¿Tú quieres lo mismo que yo?: nos integramos”. Y nos integramos no para ir a lanzar piedras, sino para derrochar el amor que la hegemonía nos niega entre quienes más lo necesitan. Ahí esta la emancipación, no en la pelea. La pelea es aquello de lo que se alimenta la hegemonía y mientras sigamos peleándonos, dividiéndonos, ellos ganarán. No podemos darnos el lujo de estar divididos. 

“Tania” en su arte de contar historias

Coincidimos con tu punto de vista, basado en integrar, porque ya se dijo antes:  “divide y reinarás”.

Así es. Y hablando de “reinar”, hay una cuarteta vieja de Latinoamérica que dice: “Los reyes están arriba del trono, nunca se bajan, por eso sólo me gustan los reyes de mi baraja” y ahí esta el juego, ahí esta el truco. El juego es el elemento más nuestro y liberador: el juego de lo simbólico, el juego del arte, el juego de la resignificación. Esa es la varita alquímica con la que cambiaremos el mundo que nos toca. Hay que creer mucho en la posibilidad del amor, porque este es el continente del Munay, de la fuerza del amor y la voluntad. Además, tenemos que juntarnos y decirnos la vida, de ahí salen las revoluciones. Es más, esto ya es una revolución, en tiempos en los que sólo se usa la tecnología para subyugar, la estamos usando para acercarnos, gracias a este cuadradito, sentimos la fuerza del círculo. En el proyecto “Tú si cuentas” nos reunimos para reivindicar nuestras historias, que se convierten en espectáculos, en libros, en puestas en escena. Y en el segundo Laboratorio, que va por el cuarto capitulo, Charles Walker nos hablará de la gesta incluyente de Tupac Amaru. En Tupac Amaru estaban todas las sangres, todas las etnias y junto a él hubo un grado de participación brutal de la mujer, hubo mujeres que fueron de Generalas para arriba; por empezar, su esposa, Micaela Bastidas Puyucawa, luego Tomasa Tito Conde Mayta, Puyucawa Marcela Castro, Cecilia Tupac Amaru. La mayor parte de sus líderes, en casi todo sentido, fueron mujeres y de eso no se sabe nada. Yo en el Perú, en la meca de esa Revolución, crecí sabiendo que Tupac Amaru era un sujeto al que habían amarrado a cuatro caballos y lo descuartizaron por malcriado y listo, eso fue todo. En mis once años de colegio oficial sólo un día me ocupé de Tupac Amaru. Sentimos que algo bonito y poderoso se viene. Esas historias que llaman ahora “levantamientos etnográficos”, están en las bocas nomás, no están en los libros.

¿En qué año entraron en actividad los Laboratorios?

Bueno, los teníamos desde hace tiempo, so pretexto de las obras de teatro e intervenciones que hacíamos en fechas especiales. Las fechas históricas nos proveen  un pretexto para hacer lo que llamamos “rezos de consuelo”, los pukllay, los raymis. Pukllay es juego, jugar el juego y los raymis son fiestas de intercambio de ciencias, de artes, de todo. El 23 de junio de este año, día del cumpleaños de Micaela Bastidas, hicimos la fiesta del solsticio de invierno y la compartimos con un grupo de gente de UNESCO, para que la vieran como alternativa al Inti Raymi que no es fiel a nuestra cultura y al que, sin embargo, la gente le tiene cariño. Pero se ha vuelto algo comercial. Nosotros hicimos nuestra pequeña versión en el bosque Llauri Pata, donde hay restos arqueológicos hermosos y vino gente que se fue muy feliz. Nos acomodamos a los  protocolos sanitarios, fuimos más actores que público. Allí no fue lo central la muerte ficticia de la llama, que hacen en el otro Inti Raymi, sino el encendido del fuego nuevo. En condiciones de solsticio, según astrónomos locales, como el tío Erwin Salazar, autor del maravilloso libro “Astronomía inca”, sabemos que en ese momento se recordaba que cada Hija del Sol y cada Hijo del Sol, tiene su mismo ADN. Y si un día él no está, tú tienes sus tres capacidades. Por eso, al encender tu fuego nuevo para todo el año, tienes que ser consciente de ellas: “Eres calor para ti y para los otros, luz para ti y para los demás y capacidad de transformación para ti y para lo que te rodea”; esas son las tres condiciones que te hacen Hija del Sol e Hijo del Sol, eso es lo que se recuerda en ese momento. Nosotros tomamos de pretexto las fechas para devolver el cariño, información, oralidad e historia probada, todo junto a nuestras nuevas generaciones. Y está funcionando. Es muy lindo para nosotros saber que está pegando, está haciendo fruto.

Repatriación de los restos de Fernando Túpac Amaru

La intención del Laboratorio es que se repatrien los restos de Fernando Túpac Amaru, porque es tiempo de hacer reparaciones simbólicas, teniendo en cuenta que lo simbólico tiene muchísimo poder en nuestros pueblos. El año pasado se encontró la partida de defunción de Fernando en la Iglesia de San Sebastián en Atocha, Madrid, aquí comenzaron las controversias cuando pedimos que se repatrien los restos, para acabar con el secuestro de siglos, de esta persona que cuando murió estaba a punto de los treinta. Necesitamos que retorne porque en una de las últimas correspondencias que se tienen de él, le pide al rey – a quien le hablaba de tú a tú -,  pese a toda la barbarie emocional y mental que sufrió, sin perder nunca la dignidad, le pidió al rey que lo deje ir a morir a las aguas minerales de Salcedon, que le daban cierto alivio y era un lugar cerca de donde estuvo preso; aclarando que él tenía libertad pero estaba preso en realidad porque para todo tenía que pedir permiso. Y no lo dejaron ir, murió de una manera muy difícil, en el abandono y una de sus últimas voluntades fue que sus restos sean traídos aquí por lo que queremos hacer un lugar no donde rindamos culto a la muerte sino donde podamos juntar a esta familia libertadora de América. Pues fue la primera familia que soñó con la libertad, aun sabiendo que morirían se enfrentaron al reino más poderoso de su tiempo, pero entendían que estaban haciendo semilla de liberación y por eso queremos juntarlos en un lugar donde queremos ir a dejarles una flor y agradecerles. Que sea un lugar de centro cultural, de bibliotecas, de juegos, un depósito de memoria viva y en fin, un lugar de intercambio. Ya nos han dicho que no, que sus restos no están, que fueron parte de una fosa común pero queremos, aunque sea, traer un poco de tierra de ese lugar y que este simbólicamente junto con los restos de su familia. Esto queremos hacer, que el Laboratorio no quede solo en información liberadora, sino que creemos y plantemos gestos que sigan jalando la posibilidad de que nuestra cultura se siga transfiriendo, porque en ella vemos una alternativa que puede ofrecerle caminos a la vida para ser sostenible. No esperamos ya respuestas de los espacios oficiales, sino que somos nosotros quienes esperamos darles respuestas a esos espacios, pero no sólo eso, sino mucho más: dar la posibilidad de que toda la gente, al margen de las currículas oficiales, sepa que existe esta historia y sepa que hay historiadores a lo largo y
ancho del mundo ocupándose de esa memoria soslayada.


Para saber más

Historia de “Manuelito”

Nosotros teníamos el Kapak Raymi antes de la llegada de los españoles, entonces ellos llegaron, al principio fue todo “te ordeno, te obligo, te mato si no lo haces” y etcétera. Luego necesitaron de una energía para que les siembre, les sirva, les trabaje, por lo cual empezaron a variar sus maneras de conquista, que ni siquiera fue conquista sino invasión. Así empezaron a usar los recursos más amables de su cultura, y en tiempos de Navidad armaban el Nacimiento – pesebre – como lo hacía “San Francisco de Asís” en su tiempo. Traen esa idea más amable, que la gente comienza a ver que es la idea de la “divinidad niña”, parecido digamos a lo que había antes de la llegada de los españoles: el “Kapak Raymi”, tiempos de Ilya Pacha. Tiempos donde representábamos el solsticio de verano como un niño, ese nacimiento del Sol, ese Sol niño: el Ilya Punchao, esto es muy viejo, el Ilya Punchao tenía antes de la llegada de ellos una representación y era un niño cachetón, gordito, parecido a un niño de montaña, un poquito más blanquito que el resto de nuestros niños, que era dada por la irradiación de su luz. Entonces bien podía ser el Manuelito, el niño Jesús. Se comenzó hacerle las mismas ofrenditas, con el mismo cuidado a este pequeño símbolo, y se lo reprodujo de todas las maneras posibles. Creándole un montón de mitos apócrifos. Acá se suele poner en el Nacimiento al niñito sentado en una sillita de madera, con una espina atravesada en el pie izquierdo, está sangrando y tiene sus lagrimitas de cristal; hay un mito sobre eso, que tiene que ver con la herida que teníamos y con la herida en el pisar, en el estar en la Tierra, con todo lo que eres y con lo que te estaban negando. Pasado el tiempo del dolor, se ha vuelto a hacer una representación y esta vez fue con un niño gordito, paradito con su varita, no hubo problema entonces en no solo asimilar sino también en mezclar, y es el niño Jesús y lo querían como tal. Hay una anécdota muy linda en las crónicas del padre “Blas Valera” donde se nota que no solo lo han mirado a Jesús como la cruz en nombre de la cual mataban, sino como diferente de los que mataban en nombre suyo y como más próximo a ellos, hubo un cariño casi inmediato, no era gente bruta, por el contrario. O sea, la ciencia que nos han negado de esa cultura, de esa historia hegemónica escrita es muy empobrecedora, además de muy dura con los indígenas, como si fueran los salvajes que estaban en plenos pleitos, que les hicieron la vida fácil a los españoles al llegar. Y no podemos negar cinco mil años de historia en los cuales más de dos mil ha habido convivencias de paz absolutas, más bien deberíamos anunciar y decir a nuestros estudiantes de nuevas generaciones que si se podía convivir en paz, y esto no es una idealización, hay un montón de estrategias que se emplearon para vivir así y mantenerse en intercambio durante muchísimos años, domesticando la pequeña y bruta codicia que todos tenemos dentro. Y si todo fue inventado, que ahora estoy más segura que no, por el trabajo que estamos realizando en el Laboratorio de Resignificación de la Memoria Histórica, nos estamos dando cuenta que lo que decían las abuelas era más justo y cierto que todo lo que está mencionado en los libros con los que la oficialidad nos ha formado por años.

Imagen de portada y Tania en escena: Adriana Peralta