Retratos de Laura Olsen,  fragmentos

Retratos de Laura Olsen, fragmentos

Retratos de Laura Olsen. ( Autor: Loli Piezzi)

Un retrato es una captura, de un momento perdurado en el tiempo. Dicen que la vida se compone de momentos, en cambio Laura la protagonista piensa que la vida está compuesta de retratos,  y estos son los dé ella, una mujer con sueños comunes y anhelos, retratándose en el tiempo en cada paso que da. Si hiciera un retrato a cada momento de su vida  algunos serian felices ,otros no tanto, pero retratos en fin.

Aqui te presentamos, dos fragmentos de esta historia, dos retratos opuestos de Laura, pero son parte de los mismo, marcados por el amor.

Nacimiento/muerte de Dante

Tomás se durmió a mi lado, después de casi dos horas de llanto imparable, mientras me acariciaba la panza y yo su pelo oscuro. Aproveché la soledad y me pasé toda la noche mirando cada detalle de mi cuarto, que con tanto amor preparamos. Observando las pinturas hechas por Tomás, los banderines de fotos de la panza que hice para que le queden de recuerdo, los ositos de felpa que nos regalaron los abuelos. Acariciando su ropita lavada a mano y perfumada, pensando en que quizás no vamos a poder ni elegir qué conjunto le vamos a poner cuando nazca. Oliendo ese rico aroma a bebé que inunda toda la casa.

A un costado miré la cuna de madera artesanal que nos regaló Loló, le puse sábanas al diminuto colchón, esas de ositos que me dio Clara y que dice fueron mías de bebé.

Pensé en ese colchón vacío por siempre y nunca imaginé una escena más triste en toda mi vida.

Fotografié todo. Y me pasé las últimas horas de la madrugada mirando las tantas fotos que había tomado durante el embarazo. 

 […]

Siete y media de la mañana en punto, estábamos ahí, para traer al mundo a un bebé y no poder llevarlo a casa. La doctora Hackmell nos esperaba en la habitación 233 para hacerme monitoreo.
<< Si, todo seguía igual >>

Vino una enfermera a colocarme el suero, bromeaba con nosotros, ella no sabía por lo que estábamos pasando. Nos decía que aprovechemos nuestros últimos minutos a solas porque después del parto nos cambiaría la vida de un momento a otro, y reía, buscando nuestras risas cómplices. Sonreí para complacerla. En definitiva, tenía razón, la vida nos iba a cambiar igual, después de ver cara a cara a Dante, todo iba a ser completamente distinto para nosotros dos.

A la hora y media se acercó Hackmell para agregar la oxitocina sintética diluida en el suero y así empezar con la inducción.


Estaba bastante tranquila a pesar de la situación, a pesar de saber que todo lo que había soñado con este momento había sido totalmente en vano, y siempre tendría el recuerdo de este día grabado hasta el fin de mi existencia.

De a poco empezaron a aparecer las contracciones, Tomás me hacía masajes en toda la espalda y en los hombros. Nos besábamos mucho. Caminar, moverme de un lado al otro ayudó bastante, las contracciones eran más seguidas, cada tres o cinco minutos y mucho más fuertes, pero no sentía miedo, solo ganas de ver a mi dulce ángel por primera vez. Grité varias veces de dolor y Tomás me abrazaba y me decía que todo iba a estar bien, que faltaba poco. Yo le agarraba tan fuerte las manos, para sobrellevar el dolor, que creo hasta lo he lastimado.

H me hizo tacto y ya tenía más de ocho centímetros de dilatación, así que decidió que era hora de ir a la sala de parto.  

Me estaba terminando de cambiar cuando llegó el camillero, un hombre grandote de piel oscura, con auriculares en los oídos, se sacó uno de ellos para saludarnos, y se escuchaba a lo lejos sonando Nothing Else Matters de Metallica. Le dio la ropa a Tomás, para ponerse en la sala de parto, él la apoyó en mi pecho y me agarró fuerte las manos.

Llegamos a la sala, Tomás se fue a cambiar, y me quedé con la compañía de dos chicas que me preguntaron si iba a querer la epidural, y les dije que no.

Entré a la sala de parto a las doce del mediodía, las contracciones eran muy dolorosas, ahora cada un minuto, o medio minuto aparecían y me sacudían de dolor, pero decidí mantenerme en mi postura y no pedir epidural, quería sentir todo, aunque me partiera en dos. Casi todo el tiempo permanecí con los ojos cerrados sintiéndome en otro lugar, imaginando un parque con mucho verde, un lugar de satisfacción << Eso ayudaba mucho >>

Tenía esas sensaciones lacerantes, intensas, profundas, que venían desde mis caderas y subían por todo mi cuerpo. Ya no sabía qué postura adquirir, sentada, parada, hasta que repentinamente se rompió la bolsa y empecé a despedir muchísimo líquido entre mis piernas. Me asusté un poco, me acerqué a la cama de parto con ayuda de Tomás, en ese momento vino H y me ordenó que me acueste, Dante ya venía.

Me sentía fuera de mi, demasiado agotada para recibir las contracciones, mi hijo estaba cada vez más cerca y mi cuerpo exhausto. Me agarré fuerte al brazo de Tomás y con mi cara hundida en su pecho, después de unos minutos que parecieron horas, pujando sin parar, cada vez más seguido. A las dos y cinco de la tarde nació Dante Méndez Olsen y y por un momento desapareció todo el dolor físico… Fue tan impactante, estaba en éxtasis, drogada de felicidad de verlo y a la vez esa sensación de opresión en el pecho que jamás sentí en mi vida. Cuando lo tuve en mi pecho, todavía se sentía tibio por haber estado dentro mío, he inmediatamente sentí esa conexión de la que tanto escuché hablar todos estos años, desde el minuto uno que sentí su piel haciendo contacto con la mía entendí lo que tantas veces me repitieron: “Que no hay amor más grande que el amor a los hijos”.
No hubo llanto de recién nacido, como cada video de cada parto que había visto en estos meses, el único llanto desconsolado que se escuchaba era el mío. Lloramos junto a Tomás, nos mirábamos y lo mirábamos incrédulos, era precioso. Estábamos conmocionados, destrozados y desolados por completo.

El parto fue bastante rápido y poco invasivo, un proceso místico y salvaje.
Dante nació con el cordón umbilical enredado en su cuello, daba dos vueltas completas. Después entendí que esto produjo el corte del suministro de oxígeno que llevó a su muerte repentina y que sucedió cuando mi niño se preparaba a descender para nacer.

Y ahí estaba él, con sus dos kilos, setecientos gramos, tenía la nariz de su papá, mis dedos largos y mi pelo rubio. Sus rasgos tan delicados, tan angelical. Parecía estar dormido.

Una enfermera pidió permiso para sacarlo de mis brazos para limpiarlo y cambiarlo.
Mientras tanto también me limpiaron y me pusieron otro camisón << Esos minutos se hicieron eternos. >> Vino el mismo camillero, me pasó a su camilla y Tomás, con Dante en brazos, me acompañó al lado y nos dirigimos nuevamente a la habitación.
Cuando llegamos, Hackmell se acercó a nosotros y dijo que nos iba a dejar solos, que disfrutemos cada segundo y que cualquier inquietud, apretemos un botón rojo que se encontraba al lado de la camilla. Así ella vendría en menos de dos minutos.

Tomás me dio a Dante y se sentó al lado nuestro en la cama, juntos nos abrazamos los tres. La esperanza de un milagro se desplomó al instante en que escuché silencio absoluto cuando salió de mi cuerpo. Mi buda, quieto y en paz. Era un ángel. << lo es >> Unas horas de besos y abrazos eternos, solo unas horas contemplando su rostro, acariciando su cabecita redondita, sus dedos largos y flacos, las horas más felices y más tristes de toda mi existencia. Las horas justas para que el universo que habíamos formado con Tomás durante los últimos meses, desaparecieran como una estrella fugaz.

¿Cómo se le explica a una madre que tienen que sacar de sus brazos para siempre a su hijo recién parido? ¿Cómo se explica la muerte? ¿Cómo te explico yo a vos? ¿Cómo te explico el dolor? La espada que me atraviesa de lado a lado, ¿Cómo se explica? 

Llueve afuera, veo por la ventana las gotas caer, así como caen por mis mejillas. Llueve también dentro de mí. El cielo y yo te lloramos, mi ángel eterno.
Nadie entró a la habitación ese día, por pedido mío. Sentí la misma sensación de soledad como aquel veintinueve de enero, que fui abandonada por mi padre, y la misma necesidad de permanecer sola.
Dormí toda la noche, estaba exhausta, de parir y de llorar. En la mañana entró una enfermera y abrió todas las ventanas. Ya te vas a casa, dijo, yo hice una mueca como para que no sienta que estaba hablando sola. Tomás preparó los bolsos, mientras a mí me sacaban el suero. H vino a controlar que todo esté bien y procedió a darme el alta. Me abrazó fuerte y dijo palabras hechas, como se acostumbra en estos casos.
Toda la situación me dio asco y cuando se retiró, fui al baño a vomitar. Tomás preguntó si estaba bien y no respondí, así que entró al baño, me ayudó a levantarme, lavó mi cara, me peino un poco y me llevó a upa hasta la cama donde había dejado mi ropa limpia; me ayudo a cambiarme también. […]

Lo más difícil que he tenido que hacer en la vida fue dejar a Dante en el hospital y volver al mundo, donde todo parecía volver a la normalidad muy rápidamente.

¿Cómo se supone que iba a seguir con la monumental tarea de continuar viviendo? Volver a casa con los brazos vacíos, y en lugar de tenerlo a él, tener sus cenizas dentro de un tarro en algún lugar de la casa.

 << MUERTE, AUTÓPSIA, CREMACIÓN, MUERTE, SIEMPRE MUERTE >>

Perdí a mi hijo, pero no sólo lo perdí a él; perdí mucho más que a su ser. Perdí la posibilidad de acompañarlo a lo largo de su vida, de compartir sus logros y fracasos, sus ilusiones y deseos. Perdí a mi proyecto de familia y también perdí a su propia familia, a mis futuros nietos…

Me perdí ser madre, conectarme en ese rol maravilloso, ese vínculo emocional tan fuerte y esa forma inigualable de amar, de ser, sentir, comportarse.

Perdí la oportunidad de decirle cuánto lo amo…

Perdí, perdí todo.

[…]

La muerte de Dante continúa rompiéndome el corazón, una y otra vez, y será así cada día de mi vida. Su cuna permanece vacía, el libro del bebé está en mi estante, junto a todos mis libros, asomando, como para hacerme recordar que continúa vacio y así será eternamente. Las cajas con la ropa que debería haber usado a medida que fuera creciendo ya hace tiempo que no están, las donamos unos días después de ir a buscar sus cenizas.
En todos los aspectos, la ausencia de su vida ha dejado un vacío oscuro en mi corazón.

Amor a Distancia (Segundo Fragmento)

Por el parlante la voz de una chica anunció el último llamado de embarque. Chris me tomo en sus brazos y me besó dulcemente, no dijo nada, y tampoco hacía falta. Partió sin más, mirándome cada tanto mientras se alejaba de mí. Mi corazón se partía, pero tenía que acostumbrarme, si nuestra relación continuaba, iba a pasar muchas veces por esta misma situación.

Conduje con precaución de vuelta a casa, en la ciudad llovía torrencialmente, y además de esa alerta, tenía mis ojos en el mismo estado que Madrid, por lo tanto, me lo tomé con calma. Mis lágrimas caían sin parar, no me sentía triste, pero mi congoja hacía presumir lo contrario; supongo que a pesar de tener las cosas claras, me iba a costar aprender a despedirme de Chris sin sentir el inmenso vacío que deja su ausencia.

Llegué y me lancé a la cama, me acomodé cruzada en el colchón. – Hasta que vuelva dormiré así – Me dije a mí misma en voz alta, acompañando mis palabras con un suspiro de insatisfacción.

En el abrazo de despedida aproveché para dejar en el bolsillo de su mochila una nota a modo de declaración de amor:

“Nunca busqué el amor, me llegó de forma impensada cada vez, y me siento afortunada por eso. Siento que, por una hermosa razón, que difícilmente entenderé, apareciste aquél día y ese encuentro de almas me cambió por completo. Cuando pienso en vos, pienso en magia, en un hechizo de amor, en un flechazo inmediato. Cuando me acuerdo de tus ojos chinos, que sonríen por sí solos, se forma una sonrisa inmediata en mi rostro, y de repente, no hay días en que no sonría si tengo ese recuerdo tan latente.

No sé si me estoy expresando de manera correcta, pero lo que trato de decirte es que, aunque te tenga a miles de kilómetros de distancia, y aunque no nos veamos por meses o quizás por años, y aunque jamás volvamos a estar juntos, siento en mi corazón que te amo más de lo que alguna vez he amado, y ese sentimiento va a acompañarme hasta el día en que ya no exista en este mundo. Jamás voy a olvidarte Christopher Duquette, serás parte de mí por siempre”.


Sobre la Autora

Loli Piezzi

Escritora en Construcción, 30 años, nacida en San Lorenzo, Santa Fé, Argentina, actualmente vive en Ricardone, Santa Fé


Imagen destacada Freepik, Licencia Gratuita.