Aproximarnos a una mente tan brillante y laberíntica como la de Philip K. Dick, capaz de abordar cuestiones universales y particulares, es un desafío. Con gusto, desarrollamos una serie de notas de esta figura casi mítica que, atravesada por el espíritu de su tiempo, lo ha desbordado. En la primera parte hemos compartido una introducción a elementos comunes de su obra, mientras que aquí nos dedicaremos a uno de los filmes basados en sus escritos que, sobreponiéndose a terribles críticas, se ha reivindicado con creces. Nos referimos a Blade Runner.
Blade Runner, ¿visión del porvenir “humano” o proyección de su pasado?

Registrando una de las audiencias más bajas en su historia, 9.85 millones de telespectadores, el pasado 25 de abril se realizó la ceremonia de los premios Oscar. Allí, el actor Harrison Ford presentó la categoría de “Montaje” y, aprovechando la ocasión, recordó los “consejos editoriales” de un film que ha marcado un hito en la historia de Hollywood: “Blade Runner”. “Un comienzo demasiado entrecortado… Los diálogos en flashback son confusos… Esta película empeora en cada visionado”, estos fueron algunos de los comentarios hacia el film. No obstante, la vigencia de este film, es imbatible, pero, ¿por qué?.
La novela en que se inspiró esta historia se titula: “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”. Escrita por Philip K. Dick, se publicó en 1968. Este año estuvo signado por: el Mayo Francés, el lanzamiento de la sonda espacial Surveyor 7 hacia la Luna (a cargo de Estados Unidos) y el asesinato de Martin Luther King en Memphis (Estados Unidos).
El Mayo Francés, con influencias del movimiento hippie, cuestionó el régimen capitalista, sus consecuencias y toda autoridad en general (partidos políticos, gobierno, sindicatos y universidades); la exploración del espacio exterior mediante sondas espaciales o el asesinato del activista pacífico Martin Luther King, quien luchó por los derechos civiles para los afroestadounidenses, contra la segregación racial y la Guerra de Vietnam fueron parte de tiempos convulsionados o, quizás, convulsiones en el tiempo.
¿Es posible transformar aquello que desconocemos?, ¿permanecemos enajenados por nuestra ignorancia?
Portadores de grandes transformaciones y tensiones, estos sucesos ejemplifican la puesta en duda de aquello que, a fuerza de “naturalizaciones constantes” se vuelve “invisible”, tornándose en un orden hegemónico que ejerce poder desde las sombras, desde lo desconocido. ¿Es posible transformar aquello que desconocemos?, ¿permanecemos enajenados por nuestra ignorancia? Un planteo así va de la mano con la búsqueda de cierta superación o trascendencia del orden establecido, pero antes, este ha de ser visto de manera activa. Estos acontecimientos históricos expresaron procesos de revolución y liberación para la humanidad. Y, sin lugar a dudas, son cuestiones medulares nada ajenas a las que abordó Philip K. Dick en su novela, adaptada luego para la pantalla grande.
Sinopsis.
En el año 2019, tras haber deteriorado las condiciones de vida en la Tierra, los seres humanos colonizaron otros planetas. Imposibilitados para realizar ciertas tareas, crean unos “androides orgánicos” llamados replicantes, éstos tienen por fin cumplir la funciones que les fueron designadas. En el caso particular de “Blade Runner”, su protagonista Rick Deckard (Harrison Ford) es el encargado de “retirar”/asesinar androides renegados, siendo su objetivo un grupo perteneciente al modelo “Nexus-6”. Éstos, a diferencia de sus predecesores, se asemejaban demasiado a los humanos y, huyendo desde una colonia espacial, arribaron a la Tierra. Pero este arribo tiene un tinte casi religioso, como si su búsqueda se enfocase en llegar a una “Tierra Prometida”, en la cual la “miel y leche” no es ni más ni menos que, tal vez, poder ser libres. ¿En qué consiste su liberación?, detenernos en esto es, al menos, inquietante. Pero antes de ir a esto, se torna perturbador que, como parte de la trama de esta historia haya “colonias espaciales”. Quizás estamos tan lejos y tan cerca de procesos de colonización y esclavitud que, desde la perspectiva de Dick se actualizan, reversionan y proyectan hacia el futuro. Pareciera que la historia fuese un “loop”, plagado y sesgado por tensiones irresueltas.
Rick Deckard, un cazador implacable. Roy Batty y la “decadencia humana”.

Volviendo a la trama de esta película, los seres humanos y los replicantes se diferenciaban por la presencia de emociones que, en el caso de los segundos, podía verificarse mediante una prueba de empatía llamada Voight-Kampff. En este marco, un blade runner se encargaba de “cazar” replicantes que, por un motivo u otro, infringían las normas. Según Deckard, resultaba mejor ser un asesino que una víctima. Pero su personaje abrió un interrogante aún no respondido: ¿Es Deckard un humano o es un replicante?. Algo curioso pues, él mismo se enamora de una mujer a la que debería cazar, algo por ella desconocido ya que, ignora su naturaleza. Esto deja entrever que algunos replicantes se saben humanos.
Si bien a lo largo del film aparecen indicios de Deckard como humano pues presenta reacciones emocionales como culpa o remordimiento ante los asesinatos ejecutados por él, también existen elementos como su constante recurrencia a fotografías y “recuerdos” que considera propios o el hecho de soñar con unicornios, cuestiones típicas en los replicantes. Pero bueno, considerarse a sí mismo como un asesino probablemente delate que sus “víctimas” pueden considerarse “víctimas” en tanto se asemejan a los seres humanos como él o, desde otro ángulo, él podría considerarse semejante a los replicantes. En ese caso, estando “entre iguales”, él no sería más que un asesino de sus semejantes. Pero justamente las barreras que plantea Dick entre lo “real-irreal”, entre lo “humano-máquinas”, son difusas. Perturbadoramente difusas.

¿Qué sería más adecuado, hablar en términos de una dicotomía entre “humano-máquinas” o entre “humano- no humano”?. Ciertamente, el personaje de Roy Batty (Rutger Hauer), uno de los replicantes modelo Nexus-6 perseguidos por Deckard, pone de relieve esta cuestión. Diseñado como un soldado, es el líder de los replicantes fugados, “somos más que computadoras, humanos casi” declara y se embarca en una odisea para reunirse con el Dr. Tyrell (Joe Turkel), su creador. Roy sabe cuál es su “naturaleza” o “composición”, es un replicante, pero no sólo eso. Pretende obtener respuestas y prolongar su tiempo de permanencia en la Tierra. Pero su “dios de la biomecánica” es incapaz de resolver estas cuestiones. En una de las escenas emblemáticas de esta película, Roy y Tyrell, la criatura y su creador se reúnen. Un aire metafísico impregna la escena. “¿Qué te molesta?” pregunta Tyrell, a lo que Roy responde: “La muerte, quiero más vida, padre”.
¿Será el deseo de una “vida prolongada” o “infinitamente prolongada” algo humano?, ¿será ese el objetivo o simplemente un medio para obtener respuestas? Tyrell no puede satisfacer el anhelo de Roy, éste lo besa, se funden así la criatura y su creador pero luego, Roy le estruja los cuencos de los ojos hasta matarlo. Los ojos, ¡cuánto simbolismo!, asilo de la visión, puentes del conocimiento y de lo divino. Es como una tragedia griega: Edipo se arrancó los ojos pues había visto/sabía lo que debía saber y no los necesitaba. Roy, en cambio, destroza los ojos de Tyrell pues tampoco los necesita, su criatura le ha infringido la muerte, algo de lo que él tampoco escapará. Pero, además, es trágico porque su destino es ineludible. Como dijo Tyrell: “La secuencia no puede cambiarse”. Pese a esto, Tyrell quizás si sea Dios. Quizás el Dios que Dick imagina es uno que no complace a sus criaturas. Este interrogante y todo lo que conlleva permanece abierto.
Más adelante, Roy y Deckard se encuentran, tienen una última batalla. Él sabe que su tiempo en la Tierra está por acabar, pero no sabe de cuánto tiempo dispone Deckard. Aún así, pareciera “jugar” a ser el cazador de éste, dando vuelta los roles. El cazador pasa a convertirse en la presa. Deckard está a punto de caerse desde lo alto, su rostro refleja desesperación, “es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso lo que significa ser esclavo”, dice Roy. Quizás su juego de cacería era para probar ese punto pues, pudiendo dejar morir al blade runner, no lo hace. Al contrario, estrecha su mano y le ayuda a levantarse.
Roy no es humano, pero tampoco es una máquina y, aún así, actúa con lo que podríamos interpretar como “piedad”. “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Naves de ataque en llamas más allá del hombro de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Hora de morir”, dice, próximo a consumar su destino. Y con un hermoso simbolismo, suelta una paloma blanca que tenía entre sus manos, liberándola hacia el cielo. El ave simboliza quizás su liberación. Si vivir con miedo es signo de esclavitud, aceptar la muerte y elegir cómo transcurrirla puede que sea símbolo de libertad.
En la tercera parte de esta serie de notas sobre Philip K Dick, abordaremos a la figura humana de este autor, vida y muerte, su modo de pensar y ver el mundo de esa manera tan particular que solo el tenia.