EL PUNTO VERDE EN EL AÑO 3785,  un cortometraje con amplitud de significados

EL PUNTO VERDE EN EL AÑO 3785, un cortometraje con amplitud de significados

Por Cecilia Mariela Navarro y Participación de  Javier Costamagna

Trazando un paralelismo para pensar nuestra realidad, mediante la técnica de stop motion el corto animado: “Punto verde en el año 3785” cuenta con 11 nombramientos dentro y fuera de Paraguay, incluyendo su paso por el Chicago latín film Festival este 2021. En esta nota la joven cineasta, directora de dicho cortometraje: Yasmina Samudio (25), encuentro virtual mediante, nos comenta desde Asunción todos los detalles. Repasaremos junto a ella todo el proceso, desde la ideación hasta la difusión de este multipremiado cortometraje. “El oxígeno es vida”, esta frase premisa, que se reitera en el día a día de la vida de Magalí, una niña de nueve años cuya madre falleció. Quedando sola en un mundo azotado por la desidia y sujeto a la deshumanizante opresión, un gesto de amor nos invitará a cuestionarnos desde un fuerte simbolismo, entre lo real y lo ficticio, lo que es y lo que podría (o no) llegar a ser. 

El cortometraje es el resultado del proyecto de tesis de grado, de Yasmina Samudio, conforme a la carrera de Cinematografía, del Instituto Profesional de Artes y ciencias de la Comunicación.(IPAC) Realizado entre Octubre del 2018 y Julio 2019 en Asunción – Paraguay.
Yasmina, ¿Podrías comentarnos cómo fue el proceso de creación del corto?. ¿Cómo fue la preproducción – desde la idea -, la producción y obviamente, la postproducción?.

La idea surgió hace cuatro años, cuando quisimos participar del festival español “Siete días, un corto”, que tenía como cláusula principal crear un corto en 7 días y enviarlo. Junto a otros dos compañeros armamos una primera historia y nos decidimos por elaborar una animación, en parte, porque nos llamaba la atención, pero también porque sería algo más fácil de controlar en ciertos aspectos ya que, por ejemplo, al tener que rodarlo por la madrugada, el horario nos dificultaba encontrar actores dispuestos a grabar gratis. En aquel momento la idea que sugirió el director fue sobre un chico que está solo abrazando algo en una habitación, cuando de repente lo empiezan a golpear y hacia el final se lo ve al nene protegiendo una planta. Cuando terminamos la sinopsis ya estaba incluida Industrias Photosynthex (una distribuidora de oxígeno) además de la idea del niño que robaba las plantas para llevarle al cementerio a su mamá. Eso fue lo que se mantuvo de lo que habíamos armado. Y aunque se trató de algo muy experimental, nuestro mérito fue haberlo grabado. En ese momento me había tocado la Dirección de Arte así que todo lo que fue la creación del personaje, la ambientación, algunas partes de la animación e incluso toda la historia de lo que es Industrias Photosynthex, ya lo tenía planteado. Pero me pareció como si se hubiese quedado ahí y yo me quedé con la sensación de algo que no pudimos cerrar. Dos años después decidí hacer la tesis de la carrera y conversé con mis antiguos compañeros para preguntarles si podía usar la idea y me dijeron que sí. En ese entonces contaba con 6 meses – que se convirtieron en 9 – para producir, grabar y entregar todo. Y lo bueno fue que ya estaba la raíz de todo, lo que hice fue readaptar algunas cosas; cambié la edad del personaje, que pasaría de ser un chico a ser una nena llamada Magalí. Y ya luego trabajé en otras cuestiones para que se entienda que la niña no lleva plantitas a la tumba de su madre para rendirle honor, sino que, al oír una y otra vez el slogan de Industrias Photosynthex: “El oxígeno es vida”, ella cree que al sembrar plantas allí, todo el oxígeno contenido en las plantas le daría vida a su mamá. Eso es lo que traté de readaptar en cuanto al guion. Al estar encargada de todo, para ganar tiempo mientras corregía el guion, ya estaba trabajando en el diseño del personaje y el story board. De esa manera ya pude dedicarme a la escenografía, colores, posición de la cámara y los demás personajes. Ahí pasé a la parte de la producción. En ese momento empecé a plantearme los tiempos de los que disponía, me di cuenta que no lograría concretar ciertas animaciones y decidí recortar lo que era mi story board. Las primeras escenas iban a elaborarse en stop motion también, pero desistí y opté por hacerlas de manera digital. En ese momento preparé la ilustración y después Jhonny Ramírez me ayudó con la parte animada. Fue muy loco porque todo se fue haciendo a ciegas, todo fue absolutamente a ciegas y lo bueno de haber encontrado a estas personas es que no sólo se trató de ir probando cosas, sino que siempre me aportaron algo.  Jhonny, por ejemplo, fue el primero que se interesó en la historia y nos facilitó el lugar donde trabajaba para poder montar completamente el corto e incluso su jefe confió tanto en la historia que nos prestó su cámara para terminar de grabar. Fueron tres semanas de rodaje en los que hasta pude conseguir prestada una cámara de la Facultad y la grabación de la última escena coincidió con la fecha en que tenía que devolverla y, a su vez, dejar el set donde montamos el corto. En ese momento necesitaba terminar e hice una publicación en redes abriéndome a la posibilidad de que alguien se acercara para aprender conmigo y se sumaron la novia de Jhonny (realizadora y productora), una compañera de la carrera (quien se encuentra haciendo su tesis usando stop motion y origamis) y por último Damián, un productor de televisión egresado del IPAC (Instituto Profesional de Artes y Ciencias de la Comunicación). Junto a ellos hicimos varias cosas cada vez que podíamos reunirnos. Luego pasamos con a la parte de montaje y color junto a Jhonny, eso fue una semana más o menos y en ese momento me contacté con Aural, un productor de música que tiene un doctorado en post producción de sonido y sonido en sí quien terminó encargándose de toda la parte de sonido en la animación porque le gustó la historia, porque confió en mí. El corto fue juntando gente a quienes les gustaba y, de alguna u otra manera, apoyaba. Así sucedió también con la actriz de voz. Ahí terminamos el renderizado final de la grabación.

El Punto Verde en el año 3785, en proceso de preproducción
Dentro de lo improvisado, fuiste resolviendo situaciones en una labor que fue convocando más gente. ¿Recordás alguna situación inesperada que, “para bien o para mal”, haya surgido?

En lo audiovisual siempre hay imprevistos, a mí se me había roto la muñeca días antes del rodaje y en este caso era simpático porque “aparecían” las cosas, como la cámara, los espacios y la gente que quería ayudar de corazón. Avanzaba entre una de cal y una de arena. Lo menor que me pudo pasar fue haber hecho 4 muñecas de Magalí (una de tamaño muy pequeño, otra con un alambre que se rompió y finalmente dos que fueron las definitivas) y lo máximo que me sucedió fue en relación a la computadora. Yo usaba el software llamado “Dragonframe” que tiene muchas funciones, pero lo principal es que te permite ver la foto anterior, se puede ver la secuencia de tu animación y yo no tenía una computadora. Tuve que comprar una usada, conectar pantallas, ¡era todo un tema! Y lo logré, logré terminar el rodaje y el último día ¡vi la pantalla azul en mi computadora! Y me dije, “okey ¿Qué está pasando?”, copié todo a mi disco duro y al de Jhonny y al día siguiente, se murió esa computadora. Fue demasiado al límite (risas). Aparte, algo intermedio fue que siendo directora de arte nunca toqué mucho la parte de fotografía y, habiendo preparado una iluminación súper genial para las dos primeras escenas, salieron con ruido porque no había mucha luz. Tenía una ISO alto la cámara. Casi nos morimos porque éramos dos personas y ninguna había tocado la parte de dirección de fotografía, éramos “Maicu” – quien está trabajando en su animación final ahora – y yo. Para nosotras las luces estaban geniales y cuando terminamos esas dos primeras escenas, vimos que no quedaron muy buenas.

De todos modos, un rodaje sin esos imprevistos no es un rodaje

Eso le da la pasión (risas).

Ahora bien, la gente que fue apareciendo ¿eran todas personas de la Facultad?, ¿llegaste a ellas por medio de redes sociales o cómo fue?

¿Te refieres a cómo la gente se fue uniendo? Bueno, recuerdo que yo compartía en Instagram y Facebook cuestiones sobre el proceso en sí, desde que empecé con el story line. En ese momento estábamos rodando un largometraje junto a mis compañeros de la Facultad, algo que necesitábamos hacer porque teníamos que terminar como grupo, como promoción. Hubo muchas trabas en ese proceso así que les plantee que no los abandonaría, pero necesitaba desvincularme de ese proyecto. Eso fue un paso bastante grande para mí porque siempre habíamos estado juntos. Y aunque fue difícil ellos me apoyaron en todo momento. Por ese entonces publicaba por Instagram –donde subo las cosas que hago – y por esa vía mucha gente se enteró. Pero también hubo difusión por medio de mis tutoras. Si bien mi tutora legal era Patricia, estuvo también Andrea Osorio, que terminó la carrera un año antes que yo con una animación en stop motion y, de hecho, fue ayudándole a ella que me decidí por cómo haría el corto. Ella también me guío, como también lo hizo Pablo Negli, uno de los primeros animadores en stop motion de Paraguay. El sí experimenta y explota mucho, aunque su nombre no es tan conocido. Fueron ellos tres quienes me fueron guiando.

En Producción
La historia nos pareció muy real, a modo simbólico, ¿tuvo que ver en algo con eso la historia cuando la hicieron? Porque hay un simbolismo fuerte.

Sí, de hecho la primera línea de la historia tenía que ver con lo medioambiental. Para el primer diseño del ambiente y del cuerpo de los personajes yo ya había hecho un trabajo previo. Me basé en una escultura que vi hace cinco años. La figura esculpida se asemejaba a la de un humano deshumanizado que, en lugar de ser rojo y tener cabeza grande -como en el “Punto verde”- tiene una cabeza pequeña (similar al último Mad Max) y sostiene entre sus manos un árbol dentro de un envase. ¡Había visto esa imagen y me encantó!, aposté a que algo así cuadraría muy bien. Luego ya haciendo el trabajo con “El punto verde” elegí el color de la piel, imaginando por qué los personajes se habían ido deshumanizando, como si la evolución de la humanidad fuese una suerte de involución por la falta de recursos, la contaminación, la polución y demás que nos transformaría de esa manera, dejándonos como seres totalmente contrarios a todo lo que podría considerarse humano. También quise marcar mucho la cuestión dictatorial, por eso los guardias se mueven de manera similar, parecen robots. Dentro de todo Magalí es más humana, por eso hice que moviera más sus ojos para resaltarlo, además es una niña que aún tiene esperanza. Ella conserva su lado más humano, idea que reforcé mediante la presencia del retrato que tiene de su mamá, con eso quise mostrar claramente la separación de lo humano y lo no-humano.

-Hemos visto que el corto tuvo un bagaje hermoso de festivales, ¿Cómo fue ese proceso?, ¿esperabas algo así?

Sinceramente yo no esperaba nada (risas), no sabía que iba a llegar tan lejos. Lo primero que hice al terminar fue subirlo al 28º Festival Internacional de Cine, Arte y Cultura del Paraguay, con el objetivo de que tuviese un gran estreno. Como parte de mi tesis, lo defendí a fines de julio del 2019 y en agosto fue seleccionado para ser estrenado al siguiente mes en el festival de acá, donde ganó el premio del Público Presente. A partir de ahí, se abrieron puertas para otros festivales: uno de Brasil y otros en Argentina (uno en Formosa), no recuerdo los nombres, uno fue el Festival de Cine Guácaras (en Chaco). Pero allá también hizo parte de un festival de cine con temática ecológica que tuvo lugar en la Embajada Argentina; recuerdo que fui para hacer un curso en stop motion y cuando les comenté acerca del corto, les gustó y lo terminaron proyectando. Aparte hicimos varios Band Awards y lo fui subiendo a distintas plataformas. También fue a un festival de China donde no sé cómo lo vieron porque no tenía subtítulos en inglés (risas). Pero en total, tenemos 11 nombramientos y este año llegó al Chicago Films, gracias a la selección.

¿Cómo viviste la recepción del corto por parte de tus colegas y del público en general?

Para mí con este corto por primera vez me animé y dije: “esto merece ver la luz”, porque bueno, a veces nos da vergüenza mostrar lo que hacemos. Pero recibí muy buenas críticas, muchas de ellas constructivas. Aunque también aprendí a descartar aquellas que no aportaban demasiado. Por parte de mis colegas hubo reacciones inesperadas, que para mí fueron muy inspiradoras. Y además encontré mucha riqueza y críticas constructivas tanto en conversaciones como en opiniones de gente extranjera. Incluso la reacción del público extranjero fue muy cálida, algo totalmente imprevisto para mí. En mi país por ahí me preguntaron por qué no apunté a una cuestión más local, pero yo opté por hacer esto. Acá el mundo de la animación es muy pequeño y hay muchas mentes muy grandes. De hecho, hace poco en el área de animación vi a varios artistas que tenían mucho miedo de mostrar sus trabajos, ¡y son unos capos!, aunque por ahí se alejen de lo que podría catalogarse como una estética local, por decirlo de alguna manera. Alguna vez dije que lo más paraguayo que tenía este corto es que fue hecho por una paraguaya (risas) pero de ahí en más, el cortometraje toca una temática “internacional”. Internacional en el sentido de abordar algo que nos atraviesa a todos como humanidad, que es lo que nos podría suceder en el futuro.